La lupa
sobre los detectives
Maria Antonia Giraldo Rojas
Publicado en Revista GENERACION del periódico EL COLOMBIANO de Medellín, 13/12/2020, pags 4-5
El género negro es de los más exitosos de la literatura
actual, pero tiene algunas deudas.
Primero había un crimen, que un detective resolvía
utilizando su capacidad de observación y lógica extraordinaria para llevar al
culpable ante la ley, que lo castigaba ejemplarmente. Luego vino el bajo mundo,
policías y criminales se encontraban en bares y callejones oscuros
convirtiéndose en aliados o enemigos, según conviniera, eso sí, enfrentándose
con extrema violencia cuando correspondía. Ahí ya eran más humanos, cargando
con los traumas y desengaños que dejan años de rodar por el mundo. Después llegaron
la tecnología, las agencias de inteligencia y los espías, y si la cosa se
tornaba demasiado agobiante, se le agregaba un poco de teoría conspirativa,
para restarle realidad.
Son fórmulas reduccionistas, pero ahí están las novelas
clásicas de detectives que iniciaron el siglo XX, luego el Hardboiled
norteamericano que le agregó color al mundo criminal, los espías que
aparecieron con la Guerra Fría y la mística histórica que produjo best sellers
como El código Da Vinci de Dan Brown o Los ríos de color púrpura de
Jean-Christophe Grangé, ambas adaptadas al cine con éxito, algo común para esta
literatura. Lo cierto es, según explica el académico Esteban Arango, que la
novela policiaca se convirtió con el tiempo y la popularidad en novela negra,
un universo de subgéneros que llenan a los escritores con el reto de pegar
lectores al sofá y a las editoriales con muchas ganas de publicar la siguiente
gran saga.
El hecho de que respondan tan claramente a fórmulas y que
sea un género tan enganchador ha hecho que la crítica cuestione su calidad.
Según Andrés Delgado en su artículo “Cuentos bizantinos de corte operístico”,
publicado en el portal Fronterad, la novela negra haría parte de la literatura
del entretenimiento y escritores como Fernando Pessoa no la consideraban de
buena manera, pues “las novelas policiales podrían ser ‘insinceras’ porque
están hechas para sorprender porque carecen de ‘una noción de gravedad’”. Sin
embargo, hay numerosos escritores reconocidos por su calidad que exploraron el
género como Jorge Luis Borges, el premio Nobel Patrick Modiano y el padre de
todos, Edgar Allan Poe, un esteta.
Que las novelas respondan claramente a fórmulas es una de
las críticas que se les hacen, “pero toda la literatura responde a fórmulas”,
explica Delgado, el problema viene cuando “el valor literario se le da
solamente a la historia y no a la forma en que se cuenta. La literatura está
hecha de fondo y forma, es decir, que el fondo es una trama y la forma, las
palabras que utilizas para contar la historia. [...] El pecado de la novela
policíaca es que la gente cree que el valor literario está en la trama y no en
la forma”. Mientras el lector se sienta atrapado en medio del misterio, el
suspenso o la intriga, está satisfecho, así algunos autores tienten los límites
de la verosimilitud.
EL VALOR DE CADA LIBRO
Esteban Arango, académico dedicado a la investigación sobre
el género y parte del comité organizador del congreso Medellín Negro, que se
hace cada año durante la Fiesta del Libro y la Cultura, afirma que aunque existe
la crítica literaria y es válida para juzgar la calidad de los textos, lo que
le resulta interesante de la novela negra es todo lo que dice del contexto en
el que fue producida. Por ejemplo, las más clásicas europeas y norteamericanas
se desarrollan en sociedades respetuosas de la ley y que confían en sus
instituciones, mientras que las latinoamericanas cambian la estructura
tradicional: “La novela negra de esta parte del mundo responde al
funcionamiento de las instituciones de estos países. Colombia, por ejemplo,
tiene una de las tasas más altas de impunidad en el subcontinente. En la novela
negra local no hay una sanción en la trama, lo que se puede ver claramente en
textos como La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo”.
Entonces, ¿Fernando Vallejo es autor de novela negra? Así lo
considera Arango y su maestro en el tema Gustavo Forero, quien afirma que toda
novela colombiana que beba de la realidad tiene algo de negra y los autores más
reconocidos del panorama actual tienen algo del género: Perder es cuestión de
método de Santiago Gamboa, Satanás de Mario Mendoza, Angosta de Héctor Abad
Faciolince, Los divinos de Laura Restrepo, La forma de las ruinas de Juan
Gabriel Vásquez y Rosario Tijeras de Jorge Franco son algunos ejemplos. “Hasta
Cien años de soledad tiene algo del género, con sus referencias a las masacre
de las bananeras o la guerra bipartidista. [...] La justicia no funciona, no
hay una sanción al final y la resolución de las historias es muy pesimista
respecto al funcionamiento de las instituciones”, afirma Arango. Tal vez por
eso los lectores prefieren las historias extranjeras, pues estos fallos son
problema de otros.
Un ejemplo más concreto del género en el país es la
colección Policías y Bandidos de la editorial UPB que quiere retomar las formas
más clásicas con la intención de devolverlo a la cotidianidad y presentar
personajes más cercanos. Memo Ánjel, Emilio Restrepo, John Saldarriaga y
Verónica Villa tienen sagas en esta colección que se alejan de los crímenes
históricos o relacionados con el narcotráfico, para abordar la delincuencia
común y centrarse en otro protagonista infaltable de estas novelas: la ciudad.
“Aquí el detective camina las calles, habla con la gente en sus mismos términos
y la comida se vuelve un detalle importante. El lector se puede identificar,
pero también un extranjero conocer Medellín. Ese es uno de los intereses que
tenía al escribir mis novelas, mostrar la Medellín más real que tiene varias
capas. Hay mucha variedad para todo tipo de lectores, cualquiera puede llegar a
encarretarse con el estilo que más le favorezca o le guste”, cuenta Villa,
quien para la colección escribe los casos de Marina Grisales, una guarda de
seguridad que termina usando su instinto para resolver crímenes y capturar a
sus autores.
Para Delgado esa es una ventaja del género negro, hay mucho
por escoger y no hace falta avergonzarse por disfrutar de un autor en
particular, así no sea considerado la estrella más brillante del firmamento por
la crítica especializada. “Recomiendo no dejarse llevar por los comentarios de
otros y tomar las propias decisiones con respecto al libro que se va a leer,
con solo la primera página ya sabe si lo atrapó o no, por eso me gusta acudir a
las bibliotecas, para explorar diferentes títulos y luego comprar el que me
interese”, explica. Este ejercicio también lo hace con quienes participan en
sus clubes y talleres de lectura en la Biblioteca La Floresta.
LAS DEUDAS
La cuestión de la calidad pasa entonces a ser de gusto, pues
dentro del género se puede encontrar todo un abanico de formas, escenarios,
relatos y personajes que pueden hacer una rica selección. Delgado y Villa
coinciden en afirmar que son textos muy atractivos para los más jóvenes: tiene
esa capacidad de enganchar y, por lo tanto, enamorar del ejercicio mismo de la
lectura, algo que no es menospreciable. “Cuando adolescente era lectora de
Agatha Christie, pero me daba pena decirlo porque muchos la consideraban una
literatura menor, sin embargo, a mí Agatha Christie me llevó a ser lectora y a
que me gustaran otro tipo de libros. [...] Las novelas pueden tener crimen,
intriga, acción y una prosa magistral, una cosa no compite con la otra, más
depende la pericia y el talento del autor”, comenta Villa.
Lo que sí es una falencia, apenas solventándose en la
actualidad, es el papel de las mujeres como personajes y escritoras. En la
literatura más tradicional estaban encasilladas en papeles de femme fatale o
víctima, pero ahora están reclamando su espacio, basta mirar personajes como
Enola Holmes o escritoras como Rosa Montero o Fred Vargas. Según Villa, hay
toda una generación de autoras argentinas, francesas, españolas y nórdicas que
han desarrollado protagonistas femeninas e incluso han explorado el espinoso
tema del feminicidio, pero en Colombia está todo por hacer. “Antes me daba
miedo decirlo, pero luego de investigarlo encontré que soy la única escritora
colombiana de novela policíaca con detective mujer y en serie. Cuando empecé a
escribir, en 2015, lo hice como lo más natural del mundo, pero me di cuenta de
que todos mis compañeros eran hombres”, cuenta Villa, quien resalta La mujer
que sabía demasiado de la escritora bumanguesa Silvia Galvis (1945-2009) como
la única muestra del subgénero más tradicional en Colombia. Como lo señalaba
Arango, la riqueza de la novela negra está en ver cómo cambia sus temas,
personajes y escenarios de acuerdo al contexto, y cada vez hay más opciones,
desde la resolución de crímenes digitales hasta las astucias de espías
internacionales pasando por las reflexiones melancólicas de policías
desencantados. Está todo por leer.