Literatura
Narradores de lo
perverso
La
literatura negra o policial es un
género
que cada día tiene más creadores
y
seguidores. El autor de este texto habló
sobre
el tema en la Fiesta del Libro.
JOHN
SALDARRIAGA
Como
si hubiera algo anómalo en el espíritu
humano, la maldad ha habitado a
hombres y mujeres desde que
los primeros de ellos hollaron con sus
pies la Tierra. Homicidios,
traiciones, robos, intrigas, confabulaciones,
trampas... son las expresiones de la
maldad de quienes son lobos de los
mismos hombres. El arte y, en
este caso, la literatura, ha encontrado su
fuente principal en la conducta y los
hechos humanos. En los actos malvados,
por supuesto, también. La que se ocupa
de tales hechos es la novela
negra o literatura de suspenso o literatura de
misterio. Dentro de ella está el subgénero
de los detectives.
Investigadores
literarios coinciden en afirmar que hay
antecedentes del género en La Biblia, Las
mil y una noches, los tradicionales
cuentos chinos y hasta en pasajes de las
tragedias griegas.
En
el capítulo 13 de Daniel, el profeta que recibió
visiones apocalípticas que anunciaban,
por medio de símbolos y claves
numéricas, la instauración del Reino de Dios
en la Tierra, se cuenta que en aquel
tiempo —entre los siglos VII y VI,
antes de nuestra era—había una mujer
llamada Susana, casada con Joaquín,
hombre rico, dueño de una casa grande,
con jardines, a la que acudían los
ancianos o guías del pueblo.
Dos
de estos desearon carnalmente a la esposa de
Joaquín. Tras su negativa,inventaron que
era infiel a su esposo y convencieron al
pueblo de condenarla a muerte por
adulterio. «Susana gritó
fuertemente: “Oh Dios eterno, que
conoces los secretos, que todo lo conoces
antes de que suceda, tú sabes que estos
han levantado contra mí falso
testimonio. Y ahora voy a morir, sin haber
hecho nada de lo que su maldad ha
tramado contra mí.”
»El
Señor escuchó su voz y, cuando era llevada a la
muerte, suscitó el santo espíritu de un
jovencito llamado Daniel, que se
puso a gritar: “¡Yo estoy limpio de la
sangre de esta mujer!”.»Todo el pueblo
se volvió hacia él y dijo: “¿Qué
significa eso que has dicho?”.
ȃl,
de pie en medio de ellos, respondió:“¿Tan necios
sois, hijos de Israel, para condenar sin
investigación y sin evidencia a una hija de
Israel? ¡Volved al tribunal, porque es falso
el testimonio que estos
han levantado contra ella!”». El hombre de Dios
interrogó separadamente a los
sospechosos. Una pregunta bastó para
resolver el caso: «¿Bajo qué árbol
los viste juntos?». Uno de ellos
respondió: «Bajo una acacia». Y el otro:
«Bajo una encina». La gente entendió
que todo no era más que una trampa y
absolvieron a Susana.
En
el libro del Medio Oriente hay un cuento titulado
“Historia de la joven despedazada, de
las tres manzanas y del negro Rihan”.
El califa Harún Al- Rashid quiso
darse cuenta por sí mismo cómo
andaban las cosas en la ciudad y acabar
con los gobernadores de los cuales
hubiera quejas. Salió a andar por Bagdad
acompañado de un colaborador.
Encontró a un pescador que se lamentaba
con cantos por su mala
suerte. El sultán le propuso que volviera a lanzar
la red al Tigris en su nombre y a cambio
de lo que sacara le pagaría 100
dinares. El anciano así lo hizo. Al cabo de
unos momentos, sacó una carga pesada
conformada por un cajón cerrado,
que entregó a su benefactora cambio del
dinero. En el palacio,tras destapar el
artefacto, se sorprendieron de hallar en él
un cuerpo de mujer
despedazado.
«¡Es
necesario encontrar y castigar al asesino! —dijo el
sultán—. En cuanto a ti, ¡oh Giafar!,
juro por la verdad de mis mayores los
califas Beni-Abbas, que si no traes a
mi presencia al asesino de esta muchacha,
a la que he de vengar, haré que
te crucifiquen ante la puerta de mi
palacio en compañía de
tus
primos, los cuarenta barmacidas».«Dame un plazo de
tres días», pidió el otro y aquel
se lo concedió.
Sin
embargo, el caso excedió al investigador. Se venció el
tiempo previsto y los habitantes de
Bagdad salieron de sus casas a
presenciar la crucifixión de Giafar. De
pronto, un “joven ricamente ataviado”, salió
de la muchedumbre y confesó ser el
autor del crimen. Luego, un jeque también
alegó que él era el asesino.
El sultán decidió crucificarlos a ambos. La
historia continúa, pero lo demás no viene al
caso.
Los
investigadores literarios llegan a incluir, en los
antecedentes, el episodio de Edipo Rey, de
Sófocles, en el que el personaje
descubre sus orígenes al interrogar a varios
testigos, quienes descubren la verdad con
métodos mágicos.
LOS
NARRADORES
Daniel se
hizo investigador por designio divino; Giafar,
por designio de un sultán. Aquel usó
un método de interrogatorios separados, con
los cuales consiguió que los
sospechosos se contradijeran; el hombre de
Bagdad logró esclarecer el
caso, no por su habilidad ni con un método,
sino por confesión de los culpables, lo
cual atribuyó a “la voluntad del
altísimo”.
Estas no
son características del género. Sin embargo, no
olvidemos que se trata de
sus antecedentes remotos,no de novelas ni
cuentos del género.La literatura
negra se desarrolló en la modernidad.
Por eso, los detectives o investigadores de
ficción aparecen en el siglo XIX y usan
métodos racionalistas.
El
racionalismo, como es sabido, es un movimiento
filosófico surgido entre los siglos XVII y
XVIII, a partir de René Descartes e
Immanuel Kant y sostiene que es la razón
la que permite acceder al
conocimiento.
En
las novelas y relatos, el delito, cualquiera que sea, es la
materia prima fundamental. Una vez el
ilícito sale a la luz, alguien debe
investigarlo. Lo hace un investigador
profesional o aficionado, quien debe
encontrar al culpable entre un círculo de
sospechosos. Uno de los
primeros creadores de detectives de
ficción literaria es el escritor inglés
William Evans Burton. Su detective era
un policía londinense, que se valía de
su amplio conocimiento del hampa, la
eficacia de la vigilancia discreta de los
sospechosos, la búsqueda sistemática de
indicios olvidados por el
delincuente en la escena del crimen. La célula
secreta es una de sus novelas más
celebradas. Este escritor también era
editor. Estableció la revista Burton’s
Gentleman’s, en Filadelfia, Estados Unidos,
de la que hizo parte Edgar Allan
Poe.
¿Mencionamos
a Poe? Precisamente él es otro de los
fundadores del género. Su personaje C.
Auguste Dupin, un francés de
intelecto superior, detective aficionado, usaba
la observación y la deducción para
“ver” lo que nadie más veía.
Apareció en Los crímenes de la calle Morgue,
“La carta robada” y “El misterio de
Marie Roget”. Se “metía” en la
mente de los asesinos para entender
móviles y métodos del crimen,
desde las posibilidades y recursos de los
sospechosos. Sherlock Holmes,
el detective creado por
sir Arthur Conan Doyle, resolvía crímenes que no
podía esclarecer la policía de
Londres. Su método de observación y
deducción también se basaba en el
histrionismo, el cual practicaba con máscaras y
disfraces.
Otro
que “se metía” en la mente de los asesinos fue
el Padre Brown, el detective creado
por Gilbert Keith
Chesterton,
tan admirado por Borges. Verá usted —le
dijo una vez al criminal reformado
Flambeau, su ayudante—, yo los he
asesinado a todos ellos por mí mismo
(...). He planeado cada uno de esos
crímenes muy cuidadosamente, he pensado
exactamente cómo pudo ser hecho
algo así y con qué disposición de
ánimo o estado mental pudo un hombre hacerlo
realmente. Cinco volúmenes
de cuentos reúnen las historias del
Padre Brown, con su método
inductivo.
Miss
Marple y Hércules Poirot son dos detectives de
Agatha Christie, también británica. Miss
Marple era una mujer entrada en
años, conocedora de la naturaleza
humana; él, de estatura baja, un soberbio
belga.
No
podemos dejar de mencionar a Philip Marlowe,
un investigador creado por Raymond
Chandler, aparecido por primera vez
en El confidente, de 1934, y
perfeccionado en las novelas Elsueño eterno y El
largo adiós. Observador,
pesimista aunque idealista, bebedor y
contemplativo.
De
Poirot hay que añadir que es el único personaje
de ficción que tuvo obituario en el
New York Times, el 6 de agosto de 1975.
De Marlowe, que sus hazañas las
continuaron autores como Dashiel Hammett y
Osvaldo Soriano.
No era un fantasma quien surgió
en la niebla, aunque en ese
momento lo hubiera preferido.
He tenido más respeto por los vivos
que por los muertos”: Tornado
Detectives criollos son escasos. Dedicado a la novela negra desde hace dos años, el escritor antioqueño Emilio Alberto Restrepo presentó en la Fiesta del Libro de Medellín el volumen de relatos Un asunto miccional y otros casos de Joaquín Tornado, detective. Lejos del aspecto flemático de los europeos, este personaje resuelve delitos nuestros, de sicarios que se mueven en motocicletas, ladrones de arte, mujeres y hombres prostitutos, mafiosos, apostadores ilegales... Tornado no es filósofo sino pragmático. Y distinto a los clásicos del género —pulcros e insobornables— este no tiene tan dibujada la línea de la honradez, lo cual usa para lograr resultados. En “Un asunto miccional”, varios taxistas son asesinados uno a uno, por un expolicía que no tolera que orinen y fumen marihuana a la vista de señoras decentes. El hallazgo de indicios y pruebas suficientes, permite a Tornado acosar a los sospechosos, exagerando el valor de estos, para forzarlos a confesar algunas cosas o el resto del delito:
"Todas las líneas de acción y deducción cruzaban por ella. Era hora de presionar un poco, apretarle el cuello para ver si soltaba la lengua, pero sin ahorcarla ni espantarla”, dice el relato.
El
auge de la literatura negra ha vuelto. No solo
en nuestro medio sino en el mundo
entero. En Colombia, Medellín
Negro es un movimiento que se posiciona cada
día más. Con formas de
delinquir que se renuevan
constantemente, la materia prima para estos
relatos en Colombia y el mundo está
asegurada. Van cambiando las
características de delincuentes y detectives. Si
en la antigüedad eran válidos los
métodos mágicos y divinos, en la
modernidad primaba el racionalismo,
ahora, en la posmodernidad, cuando
“todo es válido”, tal vez se acuda a
intuiciones y corazonadas; los asesinatos
lleguen a ser, por qué no, virtuales, y en
vez de suceder en una esquina, en un
callejón sin salida de la ciudad de
cemento, tal vez lleguen a ocurrir en los
llamados no lugares.